Es
necesario sentarnos a pensar en términos de un cambio, sin duda arriesgado y
profundo, pero tan necesario como la envergadura de los problemas que hoy
observamos con mayor preocupación: fracaso escolar, desapego, violencia,
desmotivación de los tutores.
Evidentemente los procesos de
enseñanza/aprendizaje pueden suscitarse multitudes de barreras, una de ellas es
cuando no se tiene en cuenta los conocimientos previos de los estudiantes o sus
dificultades específicas, cuando prevalece un clima de relaciones interindividuales
competitivo o cuando no hay variedad ni posibilidades para que los educandos puedan
elegir.
Los
problemas educativos son multidimensionales, por consiguiente, es necesario
elaborar una pedagogía de la complejidad basándose en este término. En este
sentido Echeita (2006:116) expone la
necesidad de trabajar en los centros y en las aulas con “Una estructura
educativa capaz de enseñar con un alto nivel intelectual en clases que son
heterogéneas desde el punto de vista académico, lingüístico, racial, étnico y
social, de forma que las tareas académicas puedan ser atractivas y retadoras”.
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